Henri Desire Landru - El Barba Azul Francés


Durante la Primera Guerra Mundial, enamoró a 293 mujeres, viudas o solteronas. A todas las estafó pero a diez de ellas, además, las asesinó, descuartizó y quemó. Fue guillotinado.

Henri Désiré Landru, hijo de una costurera y un fogonero nació en 1869. Su infancia fue de lo más convencional, destacando en el colegio por su inteligencia. 

En 1899 Landru solo tenía un objetivo en vida "vivir sin dar ni clavo". Sin embargo no contaba con tener que casarse con una prima a la que dejó embarazada y con la que terminó teniendo cuatro hijos. 

La boda de Landru

Al poco de su matrimonio comenzó a ganarse la vida honradamente como vigilante y administrativo. Pero esos modestos ingresos no llenaban las aspiraciones de Landru. Inquietud que le llevó a realizar pequeñas estafas, las cuales tuvieron como consecuencia el dar con sus huesos en la cárcel. Este hecho motivó que su padre se ahorcara abrumado por la vergüenza en la Boix de Boulogne. 

En 1909 contestó al anuncio de la acaudalada viuda Madame Izoret, que ofrecía su fortuna a un hombre que la hiciera compañía. Henri se presentó ante ella con falsas y lisonjeras promesas que le facilitaron echar el guante a 20.000 francos. La dama no tardó en denunciarle por estafa, denuncia que le llevó de nuevo a la cárcel. Puede que durante esta estancia en prisión fuera cuando empezara a refinar su modo de proceder ante estas damas, llegando a la conclusión que el fallo fue dejarla viva.

En 1914 cuando estalla la I Guerra Mundial los planes de Landru se vieron impulsados por la gran cantidad de viudas de guerra que empezaban a poblar Francia. Y es que algunas habían quedado como herederas de pequeñas fortunas.

Se dedicó a incluir anuncios en la prensa con promesas de matrimonio, el que mejor resultado le dio fue uno insertado en Le Journal en el que decía:
"Viudo, dos hijos, cuarenta y tres años, solvente, afectuoso, serio y en ascenso social desea conocer a viuda con deseos matrimoniales".


Se dice que recibió centenares de respuestas, de las que descartó a las que no tenían dinero. Su primera víctima conocida fue Jeanne Cuchet, una viuda de 39 años con un hijo de 17 (André) y unos 5000 francos en el banco. Les embaucó haciéndose pasar por Raymond Diard, inspector de Correos de la localidad de Lille, lugar que habría abandonado debido a la ocupación alemana, al chaval se lo ganó con la promesa de conseguirle un trabajo en la administración. Se instalaron en una villa en Vernouillet y desde enero de 1915 nunca más se les volvió a ver. 

Su segunda víctima fue madame Laborde-Line, con la que se hizo pasar por el agente secreto Dupont. Cuando se apropió de todos sus ahorros madame Laborde-Line también desapareció.

Para disfrutar tranquilamente de sus “ganancias” tomaba la precaución de cambiar a menudo de residencia, pero esto suponía el estar dando demasiadas y continuas explicaciones, a caseros, vecinos y esposa. Así que decidió alquilar una casa en Gambois a la que llamó “Ermitage”, de esta manera no tenía que ir trasladándose con toda su familia “legal”, ni dando explicaciones a nadie. A esta villa siguió llevando viudas a las que hacía desaparecer incinerándolas en el horno de la casa.

Ermitage de Gambois

El horno

Landrú logró reunir una fortuna con los bienes de sus novias. Entre 1915 y 1919 nada menos que 35.642 francos con 50 centavos (en aquellos años cada franco equivalía a 290 gramos de oro puro).

El automóvil de Landru

Mientras, en la oficina del comisario Dautel de París se iban acumulando denuncias de mujeres desaparecidas. A inicios de 1919 se agregaron los dos últimos casos, el de Celeste Boisson viuda de Lacoste y el de Anne Colomb. 

La hermana de Celeste contó que lo último que sabía de ella es que se había enamorado de un hombre gentil, calvo y de espesa barba que se llamaba Fréymet. Le hicieron revisar el álbum de fotos y la mujer descubrió que Fréymet era en realidad Henri Desiré Landrú, con antecedentes por estafa. 

El 11 de abril de 1919 Landrú fue a comprar un juego de café. Luego de pagar, se detuvo en la caja para anotar en su libretita negra la fecha y el gasto. Esta vez su meticulosidad le jugó en contra porque, si no se hubiera demorado, la hermana de Celeste Boisson no lo hubiera visto. La mujer avisó al comisario Dautel, que fue a interrogar a la empleada que le vendió el juego de café. Así se enteró de que el comprador había pedido que le enviaran la compra a Rochechouart 76, 3er. piso.

Una patrulla fue hacia allí el 13 de abril a las 9. Landrú atendió en persona. Estaba vestido con un piyama azul con ribetes dorados. Negó ser quien era y presentó documentos como el ingeniero Lucien Guillet. Negó haber conocido jamás a Celeste Boisson y presentó a su novia, que vivía con él, Fernande Segret. 

Dautel, de todas maneras, lo requisó y en uno de los bolsillos del piyama encontró una libretita con los nombres de varias mujeres, fechas y un mismo lugar, la casona de Gambais (Landrú llevaba su libretita incluso a la cama). Dautel ya conocía esos nombres: todos figuraban en los legajos de "mujeres desaparecidas".

La agenda

Cuando los policías lo apresaron hizo como que sufría un desmayo. Fernande se quedó llorando y él se despidió entonando un aria de la ópera Manon, de Jules Massenet: "¡Adieu, notre petit table...!"

El arresto 

Con voz clara y severa el fiscal presentó las pruebas que se habían recogido en el allanamiento a la casona de Gambais: 100 kilos de sustancias incineradas, un kilo de huesos humanos (103 pedazos de cráneos, cuatro apófisis y 48 falanges), dos cuerdas, dos hachas, una sierra, un martillo, tres puñales, tijeras, tenazas, pinzas, dos valijas, la famosa estufa, un cajón de hierro de 90 cm por 70 y por 35.

La estufa

Las víctimas 

Durante el registro de la casa, la policía encontró 295 huesos humanos 
semicarbonizados, un kilo y medio de cenizas y 47 dientes de oro que guardaba en un cajón. También averiguaron que había vendido ropa, muebles y enseres de las víctimas, se ve que además de asesino sin escrúpulos era un poco tacaño.

Ficha de identificación 

En el juicio en el recinto vestido con un espléndido traje gris oscuro. Llamaba la atención el contraste entre su contundente calva y la tupida barba. Su color general era amarillento, los ojos como ranuras y el cuerpo enjuto. Henri Desiré Landrú, alias Barba Azul, de 50 años, había enamorado a 293 mujeres, viudas o solteronas. Aunque a todas las había estafado en su amor y en su dinero, a diez de ellas, además, las había estrangulado, descuartizado y quemado. Por eso iba a ser juzgado en París.

El juicio 

El público, en su mayoría femenino, que colmaba el recinto de bote a bote, enmudeció apenas Landrú entró escoltado por dos guardias y se sentó al lado de su defensor, el destacado criminólogo Moro Giaferri. Con una ligera inclinación de cabeza saludó a su mujer, Marie Catherine Rémy, y a sus cuatro hijos. Por una insólita casualidad estaban sentados cerca de la actriz Fernande Segret, una belleza de 23 años que enjugaba sus lágrimas con un pañuelo celeste. Landrú le sonrió con dulzura. Era su última amada. 

Aunque el proceso duró 26 días, algunos de sus momentos más dramáticos ocurrieron en las primeras horas. El presidente del tribunal, el honorable Gilbert, le dio la palabra al acusado. "Me procesan por diez mujeres —dijo— cuando he conocido centenares... ¡Qué generoso es este tribunal!... Estafador, lo admito; pero asesino, no. Ellas estaban solas y yo les he dado un poco de esperanza. Las he amado, las he despojado, pero no las he matado. ¿Qué fue de ellas? No sé. Es increíble cómo pueden desaparecer tantas mujeres sin dejar rastros... ¡Que me traigan las pruebas!". Se quitó una pelusa de la solapa y miró al vacío, echando levemente la cabeza hacia atrás y el mentón hacia adelante. La multitud soltó un aullido.

Ese era Landrú: burlón, cortés, gran actor, mordaz, meticuloso hasta la manía, siempre educado.


Finalmente fue condenado por el asesinato de 10 mujeres y del hijo de la primera, aunque algunos cálculos de la policía subían esa cifra a un intervalo de entre 117 a 300 víctimas. Landru reconoció las estafas pero no los asesinatos, algo que no le libró de la guillotina el 25 de febrero de 1922 en Versailles.

Camino a la guillotina

Landrú se mostró inmutable al escuchar la condena a morir en la guillotina. Se dirigió a su abogado y le dijo: "Gracias, Su Señoría. Si alguien hubiera podido salvarme habría sido usted. Pero en toda batalla hay muertos".

El día de la ejecución se perfumó, recibió a su familia y dejó que el verdugo lo afeitara. Un cura lo invitó a escuchar misa, pero respondió: "Gracias, pero no podemos hacer esperar a estos señores", refiriéndose al médico y al verdugo. Cuando caminó hacia al cadalso parecía sereno. Era el 25 de febrero de 1922.

Fernande Segret, tal vez el verdadero amor de Landrú, se fue al Líbano como institutriz. Recién volvió a Francia 40 años después. Se suicidó el 25 de enero de 1968 arrojándose al foso del castillo de Flersdel. Dejó una breve nota que decía: "Aún le amo y sufro demasiado. Me quitaré la vida". 

Fernande Segret


La prensa no tardó en trazar el paralelismo de Landru con Gilles de Rais, mariscal de Francia, que en el siglo XV fue ejecutado por el secuestro, tortura y asesinato de decenas de hijos de campesinos y que pasaría a la Historia como Barba Azul.

Cabeza momificada de Landru


La vida de este asesino en serie de mujeres fue llevada al cine por Claude Chabrol, y también sirvió de inspiración a Chaplin en su película Monsieur Verdoux.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario